El 18 de julio de 1936 marca un antes y un después en la historia de España. Aquel sábado de verano se abrió, en viaje de no retorno, la caja de los truenos nacionales: reacción frente a evolución sin el más mínimo resquicio para la diplomacia. La rebelión militar rubricaba el fin de una tensa convivencia que desde la primavera ya se adivinaba que tenía los días contados. La provincia de Huelva, salvo los focos aislados de Hinojos y Encinasola, se mantuvo leal al Gobierno legítimo de la II República, aunque el Gobierno Civil cae en manos de los militares rebeldes después de 11 días de resistencia.
Aquel 18 de julio, Huelva significó para el Gobierno la esperanza de abortar la rebelión militar encabezada por el general Gonzalo Queipo de Llano en Sevilla y evitar que se extendiera más de lo que ya había conseguido en una tarde (Sevilla, Cádiz, Córdoba). Huelva tiene puerto de mar y la Escuadra se mantiene leal a las instituciones de la República. Con esta idea, en Madrid se decide organizar una ofensiva contra el foco rebelde sevillano desde la provincia onubense a las pocas horas de prender la sublevación. Dos días después, las autoridades onubenses del Frente Popular tratan de componer una segunda contraofensiva para enfrentarse a los sublevados en Sevilla. Y Huelva cae, finalmente, tras 11 días de resistencia frente a la cual las unidades de Queipo de Llano tuvieron que emplearse a fondo. En esta semana larga, pese a los problemas de orden público, la situación había permanecido bajo el control de las autoridades civiles de Huelva. Pero la resistencia del poder civil onubense suscita inmediatamente la venganza por parte de la insurrección. A partir de la ocupación de la capital el 29 de julio, las nuevas autoridades emprenden una despiadada represión que deja en esta provincia 6.019 víctimas mortales, cifra que, en términos relativos en cuanto a población, convierte a Huelva en una de las provincias más castigadas por el fascismo.
¡Gracias!
La Guerra Incivil la quisieron los de siempre: militares, fascistas, monárquicos, carlistas y clérigos. La favorecieron la pasividad de la República, la desorganización de los diferentes sindicatos y organizaciones obreras y el frentismo entre las diferentes tendencias de la izquierda. El resultado es evidente: un país que después de 80 años todavía no ha levantado cabeza. que nunca jamás vuelva a ocurrir un terror así. Vivan La Paz Y La Libertad.